domingo, 6 de diciembre de 2009

nietzche.un oriental con los tapones de punta.seleccion del zaratustra

Del amigo.
Uno siempre a mi alrededor es demasiado» - así piensa el eremita. «Siempre uno por uno - ¡da a la larga dos!» Yo y mí están siempre dialogando con demasiada vehemencia: ¿cómo soportarlo si no hubiese un amigo? Para el eremita el amigo es siempre el tercero: el tercero es el corcho que impide que el diálogo de los dos se hunda en la profundidad.
Ay, existen demasiadas profundidades para todos los eremitas. Por ello desean ardientemente un amigo y su altura. Nuestra fe en otros delata lo que nosotros quisiéramos creer de nosotros mismos. Nuestro anhelo de un amigo es nuestro delator.
Y a menudo no se quiere, con el amor, más que saltar por encima de la envidia. Y a menudo atacamos y nos creamos un enemigo para ocultar que somos vulnerables.
«¡Sé al menos mi enemigo!» - así habla el verdadero respeto, que no se atreve a solicitar amistad.
Si se quiere tener un amigo hay que querer también hacer la guerra por él: y para hacer la guerra hay que poder ser enemigo.
En el propio amigo debemos honrar incluso al enemigo. ¿Puedes tú acercarte mucho a tu amigo sin pasarte a su bando? En nuestro amigo debemos tener nuestro mejor enemigo. Con tu corazón debes estarle máximamente cercano cuando le opones resistencia.
¿No quieres llevar vestido alguno delante de tu amigo? ¿Debe ser un honor para tu amigo el que te ofrezcas a él tal como eres? ¡Pero él te mandará al diablo por esto! El que no se recata provoca indignación: ¡tanta razón tenéis para temer la desnudez! ¡Sí, si fueseis dioses, entonces os sería lícito avergonzaros de vuestros vestidos! (90) Nunca te adornarás bastante bien para tu amigo: pues debes ser para él una flecha y un anhelo hacia el superhombre.
¿Has visto ya dormir a tu amigo - para conocer cuál es su aspecto? (91)¿Pues qué es, por lo demás, el rostro de tu amigo? Es tu propio rostro, en un espejo grosero e imperfecto.
¿Has visto ya dormir a tu amigo? ¿No te horrorizaste de que tu amigo tuviese tal aspecto? Oh, amigo mío, el hombre es algo que tiene que ser superado.
Un el adivinar y en el permanecer callado debe ser maestro el amigo: tú no tienes que querer ver todo. Tu sueño debe descubrirte lo que tu amigo hace en la vigilia.
Un adivinar sea tu compasión: para que sepas primero si tu amigo quiere compasión.
Tal vez él ame en ti los ojos firmes y la mirada de la eternidad.
Ocúltese bajo una dura cáscara la compasión por el amigo, debes dejarte un diente en ésta. Así tendrá la delicadeza y la dulzura que le corresponden.
¿Eres tú aire puro, y soledad, y pan, y medicina para tu amigo? Más de uno no puede librarse a sí mismo de sus propias cadenas y es, sin embargo, un redentor para el amigo.
¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo. ¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos (92).
Durante demasiado tiempo se ha ocultado en la mujer un esclavo y un tirano. Por ello la mujer no es todavía capaz de amistad: sólo conoce el amor.
En el amor de la mujer hay injusticia y ceguera frente a todo lo que ella no ama. Y hasta en el amor sapiente de la mujer continúa habiendo agresión inesperada y rayo y noche al lado de la luz.
La mujer no es todavía capaz de amistad: gatas continúan siendo siempre las mujeres, y pájaros. O, en el mejor de los casos, vacas.
La mujer no es todavía capaz de amistad. Pero decidme, varones, ¿quién de vosotros es capaz de amistad? ¡Cuánta pobreza, varones, y cuánta avaricia hay en vuestra alma! Lo que vosotros dais al amigo, eso quiero darlo yo hasta a mi enemigo, y no por eso me habré vuelto más pobre.
Existe la camaradería: ¡ojalá exista la amistad! Así habló Zaratustra.


De viejecillas y de jovencillas.
Por qué te deslizas a escondidas y de manera esquiva en el crepúsculo, Zaratustra? ¿Qué es lo que escondes con tanto cuidado bajo tu manto? ¿Es un tesoro que te han regalado? ¿O un niño que has dado a luz? ¿O es que tú mismo sigues ahora los caminos de los ladrones, tú amigo de los malvados?» - ¡En verdad, hermano mío!, dijo Zaratustra, es un tesoro que me han regalado: es una pequeña verdad lo que llevo conmigo. Pero es revoltosa como un niño pequeño; y si no le tapo la boca, grita a voz en cuello.
Cuando hoy recorría solo mi camino, a la hora en que el sol se pone, me encontré con una viejecilla, la cual habló así a mi alma: «Muchas cosas nos ha dicho Zaratustra también a nosotras las mujeres, pero nunca nos ha hablado sobre la mujer».
Y yo le repliqué: «Sobre la mujer se debe hablar tan sólo a varones».
«Háblame también a mí acerca de la mujer, dijo ella; soy bastante vieja para volver a olvidarlo enseguida.» Y yo accedí al ruego de la viejecilla y le hablé así (107): Todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una única solución: se llama embarazo.
El varón es para la mujer un medio: la finalidad es siempre el hijo. ¿Pero qué es la mujer para el varón? Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello quiere él a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes.
El varón debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero: todo lo demás es tontería.
Los frutos demasiado dulces - al guerrero no le gustan. Por ello le gusta la mujer: amarga es incluso la más dulce de las mujeres.
La mujer entiende a los niños mejor que el varón, pero éste es más niño que aquélla.
En el varón auténtico se esconde un niño: éste quiere jugar. ¡Adelante, mujeres, descubrid el niño en el varón! Sea un juguete la mujer, puro y delicado, semejante a la piedra preciosa, iluminado por las virtudes de un mundo que todavía no existe.
¡Resplandezca en vuestro amor el rayo de una estrella! Diga vuestra voluntad: «¡Ojalá diese yo a luz el superhombre!» ¡Haya valentía en vuestro amor! ¡Con vuestro amor debéis lanzaros contra aquel que os infunde miedo! ¡Que vuestro honor esté en vuestro amor! Por lo demás, poco entiende de honor la mujer.
Pero sea vuestro honor amar siempre más de lo que sois amadas y no ser nunca las segundas.
Tema el varón a la mujer cuando ésta ama: entonces realiza ella todos los sacrificios, y todo lo demás lo considera carente de valor.
Tema el varón a la mujer cuando ésta odia: pues en el fondo del alma el varón es tan sólo malvado, pero la mujer es allí mala.
¿A quién odia más la mujer? - Así le dijo el hierro al imán: «A ti es a lo que más odio, porque atraes, pero no eres bastante fuerte para retener».
La felicidad del varón se llama: yo quiero. La felicidad de la mujer se llama: él quiere.
«¡Mira, justo ahora se ha vuelto perfecto el mundo!» - así piensa toda mujer cuando obedece desde la plenitud del amor.
Y la mujer tiene que obedecer y tiene que encontrar una profundidad para su superficie.
Superficie es el ánimo de la mujer, una móvil piel tempestuosa sobre aguas poco profundas.
Pero el ánimo del varón es profundo, su corriente ruge en cavernas subterráneas: la mujer presiente su fuerza, mas no la comprende. - Entonces me replicó la viejecilla: «Muchas gentilezas acaba de decir Zaratustra, y sobre todo para quienes son bastante jóvenes para ellas.
¡Es extraño, Zaratustra conoce poco a las mujeres, y, sin embargo, tiene razón sobre ellas! ¿Ocurre esto acaso porque para la mujer nada es imposible? (108) ¡Y ahora toma, en agradecimiento, una pequeña verdad! ¡Yo soy bastante vieja para ella! Envuélvela bien y tápale la boca: de lo contrario grita a voz en cuello esta pequeña verdad.
» «¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así habló la viejecilla: «¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!» (109)– Así habló Zaratustra.


La fiesta del asno
(567).
1
En este punto de la letanía no pudo Zaratustra seguir dominándose, gritó también él IA, más fuerte que el propio asno, y se lanzó de un salto en medio de sus enloquecidos huéspedes. «¿Qué es lo que estáis haciendo, hijos de hombres?, exclamó mientras arrancaba del suelo a los que rezaban. Ay, si os contemplase alguien distinto de Zaratustra: ¡Todo el mundo juzgaría que vosotros, con vuestra nueva fe (568), sois los peores blasfemos o las más tontas de todas las viejecillas! Y tú mismo, tú viejo papa, ¿cómo cuadra contigo el que adores de tal modo aquí a un asno como si fuese Dios?» - «Oh Zaratustra, respondió el papa, perdóname, pero en asuntos de Dios yo soy más ilustrado que tú (569). Y ello es justo. ¡Es preferible adorar a Dios bajo esta forma que bajo ninguna! Medita sobre esta sentencia, noble amigo: enseguida adivinarás que en tal sentencia se esconde sabiduría.
Aquel que dijo “Dios es espíritu” (570)- fue el que dio hasta ahora en la tierra el paso y el salto más grandes hacia la incredulidad: ¡no es fácil reparar el mal que esa frase ha hecho en la tierra! Mi viejo corazón salta y retoza al ver que en la tierra hay todavía algo que adorar. ¡Perdónale esto, oh Zaratustra, a un viejo y piadoso corazón de papa!» - - «Y tú, dijo Zaratustra al caminante y sombra. ¿Tú te denominas y te crees un espíritu libre? ¿Y te entregas aquí a tales actos de idolatría y comedias de curas? ¡Peor, en verdad, te comportas tú aquí que con tus perversas muchachas morenas, tú perverso creyente nuevo! (571)» «Bastante mal, respondió el caminante y sombra, tienes razón: ¡mas qué puedo hacer! El viejo Dios vive de nuevo, oh Zaratustra, digas lo que digas.
El más feo de los hombres es culpable de todo: él es quien ha vuelto a resucitarlo. Y aunque dice que en otro tiempo lo mató: la muerte no es nunca, entre los dioses, más que un prejuicio».
«Y tú, dijo Zaratustra, tú perverso mago viejo, ¡qué has hecho! ¿Quién va a creer en ti en lo sucesivo, en esta época libre, si tú crees en tales asnadas divinas? Ha sido una estupidez lo que has hecho: ¡cómo has podido cometer, tú inteligente, tal estupidez!» «Oh, Zaratustra, respondió el mago inteligente, tienes razón, ha sido una estupidez, - y me ha costado bastante cara.» - «Y tú sobre todo, dijo Zaratustra al concienzudo del espíritu; ¡reflexiona un poco y ponte el dedo en la nariz! (572)¿No hay aquí nada que repugne a tu conciencia? ¿No es tu espíritu demasiado puro para estas oraciones y para el tufo de estos hermanos de oración? » «Algo hay en ello, respondió el concienzudo del espíritu y se puso el dedo en la nariz, algo hay en este espectáculo que incluso hace bien a mi conciencia.
Tal vez a mí no me sea lícito creer en Dios: pero lo cierto es que en esta figura es en la que Dios me parece máximamente creíble.
Dios debe ser eterno, según el testimonio de los más piadosos (573): quien tanto tiempo tiene se toma tiempo. Del modo más lento y estúpido posible: de ese modo alguien así puede llegar muy lejos.
Y quien tiene demasiado espíritu querría sin duda estar loco por la estupidez y la necedad mismas. ¡Reflexiona sobre ti mismo, oh Zaratustra! Tú mismo - ¡en verdad!, también tú podrías sin duda convertirte en asno a fuerza de riqueza y sabiduría.
¿No le gusta a un sabio perfecto caminar por los caminos más torcidos? La evidencia lo enseña, oh Zaratustra, - ¡tu evidencias (574)! » - «Y también tú, por fin, dijo Zaratustra y se volvió hacia el más feo de los hombres, el cual continuaba tendido en el suelo, elevando el brazo hacia el asno (le daba, en efecto, vino de beber). Di, inexpresable, ¡qué has hecho! Me pareces transformado, tus ojos arden, el manto de lo sublime rodea tu fealdad: ¿qué has hecho? ¿Es verdad lo que éstos dicen, que tú has vuelto a resucitarlo? ¿Y para qué? ¿No estaba muerto y liquidado con razón? Tú mismo me pareces resucitado: ¿qué has hecho?, ¿por qué tú te has dado la vuelta? ¿Por qué tú te has convertido? ¡Habla tú, el inexpresable!» «Oh Zaratustra, respondió el más feo de los hombres, ¡eres un bribón! Si él vive aún, o si vive de nuevo, o si está muerto del todo, - ¿quién de nosotros dos lo sabe mejor? Te lo pregunto.
Pero yo sé una cosa, - de ti mismo la aprendí en otro tiempo, oh Zaratustra: quien más a fondo quiere matar, ríe.
“No con la cólera, sino con la risa se mata”- así dijiste tú en otro tiempo (575), Oh Zaratustra, tú el oculto, tú el aniquilador sin cólera, tú santo peligroso, - ¡eres un bribón!».
2
Y entonces sucedió que Zaratustra, asombrado de tales respuestas de bribones, dio un salto atrás hacia la puerta de su caverna, y, vuelto hacia todos sus huéspedes, gritó con fuerte voz: «¡Oh vosotros todos, vosotros pícaros, payasos! ¡Por qué os desfiguráis y os escondéis delante de mí! ¡Cómo se os agitaba, sin embargo, el corazón a cada uno de vosotros de placer y de maldad por haberos vuelto por fin otra vez como niños pequeños, es decir, piadosos, - - por obrar por fin otra vez como niños, es decir, por rezar, juntar las manos y decir “Dios mío”! Mas ahora abandonad este cuarto de niños, mi propia caverna, en la que hoy están como en su casa todas las niñerías. ¡Refrescad ahí fuera vuestra ardiente petulancia de niños y el ruido de vuestros corazones! Ciertamente: mientras no os hagáis como niños pequeños no entraréis en aquel reino de los cielos (576). (Y Zaratustra señaló con las manos hacia arriba.) Mas nosotros no queremos entrar en modo alguno en el reino de los cielos: nos hemos hecho hombres, - y por eso queremos el reino de la tierra.».
3
Y de nuevo comenzó Zaratustra a hablar. «¡Oh, mis nuevos amigos, dijo, - vosotros gente extraña, hombres superiores, cómo me gustáis ahora, - - desde que os habéis vuelto alegres otra vez! Todos vosotros, en verdad, habéis florecido: paréceme que flores tales como vosotros tienen necesidad de nuevas fiestas (577), - de un pequeño y valiente disparate, de algún culto divino y alguna fiesta del asno, de algún viejo y alegre necio-Zaratustra, de un vendaval que os despeje las almas con su soplo.
¡No olvidéis esta noche y esta fiesta del asno, hombres superiores! Esto lo habéis inventado vosotros en mi casa, y yo lo tomo como un buen presagio, - ¡tales cosas sólo las inventan los convalecientes! Y cuando volváis a celebrarla, esta fiesta del asno, ¡hacedlo por amor a vosotros, hacedlo también por amor a mí! ¡Y en memoria mía! (578)» Así habló Zaratustra.


Del leer y el escribir.
De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es espíritu.
No es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen.
Quien conoce al lector no hace ya nada por el lector. Un siglo de lectores todavía - y hasta el espíritu olerá mal.
El que a todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe a la larga no sólo el escribir, sino también el pensar.
En otro tiempo el espíritu era Dios (60), luego se convirtió en hombre, y ahora se convierte incluso en plebe.
Quien escribe con sangre y en forma de sentencias, ése no quiere ser leído, sino aprendido de memoria.
En las montañas el camino más corto es el que va de cumbre a cumbre: mas para ello tienes que tener piernas largas. Cumbres deben ser las sentencias: y aquellos a quienes se habla, hombres altos y robustos.
El aire ligero y puro, el peligro cercano y el espíritu lleno de una alegre maldad: estas cosas se avienen bien.
Quiero tener duendes a mi alrededor, pues soy valeroso. El valor que ahuyenta los fantasmas se crea sus propios duendes,- el valor quiere reír.
Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de mí, esa negrura y pesadez de que me río, - cabalmente ésa es vuestra nube tempestuosa.
Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy elevado.
¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida (61).
Valerosos, despreocupados, irónicos, violentos - así nos quiere la sabiduría: es una mujer y ama siempre únicamente a un guerrero (62).
Vosotros me decís: «la vida es difícil de llevar». Mas ¿para qué tendríais vuestro orgullo por las mañanas y vuestra resignación por las tardes? La vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros somos guapos, borricos y pollinas de carga (63).
¿Qué tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que tiembla porque tiene encima de su cuerpo una gota de rocío? Es verdad: nosotros amamos la vida no porque estemos habituados a vivir, sino porque estamos habituados a amar (64).
Siempre hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay también algo de razón en la demencia (65).
Y también a mí, que soy bueno con la vida, paréceme que quienes más saben de felicidad son las mariposas y las burbujas de jabón, y todo lo que entre los hombres es de su misma especie.
Ver revolotear esas almitas ligeras, locas, encantadoras, volubles - eso hace llorar y cantar a Zaratustra.
Yo no creería más que en un dios que supiese bailar.
Y cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo, solemne: era el espíritu de la pesadez (66) - él hace caer a todas las cosas.
No con la cólera, sino con la risa se mata (67) . ¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez! He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio.
Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un dios baila por medio de mí.
Así habló Zaratustra.


impresionante''''.una perfecta anestecia para el alma,son estos textos,voy a volver a escribir algo,solo que tengo que transcribir estas cosas si o si.atencion'''',en el de el leer y el escribir."quien conoce al lector,no hace ya nada por el lector.un siglo de lectores todavia, y hasta el espiritu olera mal".este tipo mas que literalmente enseñar,enseñaba fluyendo o fluia enseñando digamos,lo que queda para publicar,es algo de ecce homo,donde este buda occidental,sigue aun mas,y tira consejos con la escritura,tanto de clima,horarios apropiados y hasta recomendaciones alimenticias.tremendo....hasta otra publicacion....

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